Espiritualidad

No vamos a detenernos a relatar los martirios y sufrimientos que marcaron los inicios de esta obra del Señor. Simplemente la semilla cayó en el surco, allí se pudrió. Y de esa inmolación, de ese martirio, de esa crucifixión, nació la planta delicada y tierna, frágil y combatida, que luego se hizo árbol y que hoy es un bosque frondoso y umbrío, para retar a la inmensidad azul de los espacios y se yerguen como inmensos índices que señalan la ruta a los hombres.

 

Fuentes de nuestra Espiritualidad

  1. Ante todo está el En él encontramos la voz de Jesús y sus ejemplos de vida, que nos señalan cómo debemos actuar y cómo debemos pensar.
  2. Las normas de la Iglesia, que es la depositaria de la verdad y se preocupa vigilante del estado religioso. Concretamente Tres objetivos nos señala la Iglesia para revitalizar nuestra consagración y capacitarla para encarar hoy la Nueva Evangelización:

          a. Promover una renovación profunda de nuestra vida, comenzando por una relación personal con Dios que nos lleve a la experiencia de Dios, como esposas amantes del Dios Sacramentado.

         b. Renovación comunitaria. Como hermanas, buscar a Dios para transformar nuestras vidas en Dios; abrazar con amor la cruz de cada día y ayudar a la Iglesia en la misión salvadora que Jesucristo nos ha señalado.

         c. Abrirnos a la realidad social. escuchar la voz de la Iglesia, leer desde nuestro carisma los signos de los tiempos.

  1. La doctrina de nuestra Madre Fundadora. No escribió un tratado de virtudes religiosas, pero sus cartas son un arsenal de doctrina ascética franciscana, este es nuestro mejor legado, ellas son nuestro manual de oración y el vademécum de orientación para nuestras vidas consagradas. Junto con esta doctrina y enseñanzas está el ejemplo de su vida. Ella va delante de nosotras como Madre y Maestra que nos guía con amor y nos enseña con verdad.
  1. Las fuentes franciscanas. Como toda doctrina espiritual, para la Madre María Francisca el franciscanismo no es una cosa aislada, sino un Francisco que tuvo el candor heroico y sagacísimo de tomar el Evangelio a la letra y vivirlo a la letra, de creer sin comentarios en la palabra de Dios y de querer imitarle sin cálculos, hasta el agotamiento de sus fuerzas. Un Franciscanismo  que fue invadido por el amor, haciendo de él un serafín, de tal manera identificado con Jesús, que recibió en sus miembros las llagas de su Amor crucificado.

          Nuestra Madre no conoció las cosas a medias, vivió el radicalismo que aprendió de San Francisco. Para la Madre la concepción de la vida espiritual del Seráfico Padre es tan sencilla como enérgica y se resume en tres puntos:

  1. Abrir camino al amor, se trata de un despojamiento completo, exterior y sobre todo interior, de conformidad con las directrices del Santo Evangelio y tomando como regla la imitación de Cristo.
  1. Una vez purificados y restaurados la vida y el corazón, suscitar un amor efectivo por la contemplación asidua de Jesucristo, sobre todo en su pasión.
  1. Finalmente, poner por obra este amor de conformidad con Cristo amado y por la práctica perfecta de todas las virtudes, con la única mira de agradarle.

Sabemos que espiritualidad es la vida según el Espíritu de Dios. Nuestra Madre Fundadora vive la espiritualidad franciscana, con la que se acerca a nuestro pueblo por medio de la adoración y la reparación al Santísimo Sacramento con el testimonio de  pobreza. La devoción a la humanidad de Cristo en sus misterios fundamentales (Cruz, Tabernáculo) son sus elementos importantes.

Es necesario destacar las virtudes que son el núcleo de una espiritualidad fuerte y robusta que diera forma a nuestro Instituto dentro de la Iglesia: Suma pobreza y sacrificio a toda prueba, como el pan de cada día; contradicción constante que permitía vivir al pie del calvario; como hija de San Francisco, la Madre asimiló su espíritu de humildad, vivió desapegada de todo lo terreno, para vivir la entrega en amor  por los demás. Algo muy propio de la Madre, el amor al Santísimo y a la Cruz: la Divina Majestad Sacramentada y la Cruz fueron los motivos determinantes de su fundación. En la santa Eucaristía encontró María Francisca de las Llagas la profundidad del misterio del anonadamiento de Cristo. En la revelación de este misterio encuentra la razón decisiva para su abandono total, la renuncia radical de sí mismo, en una actitud de acción de gracias al amor de los Amores. En la cruz, la identificación con Cristo le lleva a la inmolación, como esposa de Cristo crucificado.

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