Pobreza

Tras las huellas de Cristo Pobre

§1. Nuestra vida de pobreza ha de imitar y reflejar la pobreza de Cristo, que “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”[1]. Mantengan, por tanto, viva la memoria de que toda la vida de Cristo estuvo envuelta en una atmósfera de pobreza, sencillez, austeridad y sin recursos fijos: Belén, Nazaret, Vida pública itinerante y hasta su misma muerte de Cruz.

§2. Nunca sea desconocido que Jesús vinculó su evangelio y su persona con los pobres, como su característica y su título de gloria; y desde el comienzo de su ministerio, se presentó en Nazaret como el Evangelizador de los pobres[2], dándonos ejemplo de pobreza de espíritu y humildad de corazón; por eso, junto a Él, para cada hermana ha de brotar una mística de pobreza espiritual y ma­terial, cuyo fin es la entrada en el Reino de Dios.

§3. Por consiguiente, cual discípulas del Pobrecillo de Asís, por espíritu y vocación, debemos insertamos en la pobreza redentora de Cristo.

 

Voto de pobreza

§1. De acuerdo con el Derecho universal y el Derecho Propio del Instituto, por el voto de pobreza, a imitación de Cristo, que, siendo rico, se hizo indigente por nosotros, hemos de llevar una vida pobre de hecho y de espíritu, esforzadamente sobria, enteramente desprendida de las riquezas terrenas, en dependencia de las legítimas Superioras y limitada en el uso y disposición de los bienes.


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